Biografía de adviento. ⁣

Marco Enrique Salas Laure
4 min readDec 17, 2020

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Guim Tió Zarraluki

⁣Estos días están atravesados por muchas esperas. Mi vida, les confieso, me dispone a este ritmo de búsquedas y anhelos. Yo sigo esperando. ⁣

En la conversaciones con mi psicólogo y con mi acompañante espiritual, siempre salen esos anhelos y deseos: yo espero, yo quisiera, yo desearía. Muchas veces estas esperas vienen disfrazadas de una lógica del deseo: “No miro la realidad. Quiero que la realidad sea otra” y en esta lógica, no entra la esperanza ni se cuelan en los resquicios, los motivos para buscar (a veces olvido que esperar es, de alguna manera paradójica, buscar).

Fácilmente olvido la memoria de la causas. El cansancio se entierra en mis pies. La esperanza no es ni bandera ni canción ni baile. ⁣Hay una sed de justicia y de paz (o de un bienestar poco encarnado) que cala muy hondo, tanto, que hay días que tengo la tentación de imponerlas a la fuerza.

El adviento, este tiempo particular, nuevamente me sitúa y me presenta la realidad como es.

Porque también es cierto que se puede esperar mal.

⁣Hay días que he esperado frente a espejismos, frente a verdades que me duelen cantar, frente a heridas que merecen otro nombre, frente a oportunidades que ya son cenizas. Allí la paradoja de la espera.

Tal vez, adviento sea aprender que en algunas historias ya no hay que esperar, aún sabiendo que tras esa puerta, esa que asume que es el momento de dejar de esperar, yace derrota, lágrimas, tormenta, libertad, polvo y vida; todo esto, al mismo tiempo.

Al menos así lo veía Charlotte Brontë:

Creo en cierta combinación de esperanza y luz que dulcifica los peores destinos. Creo que esta vida no lo es todo; ni el principio ni el fin. Creo mientras tiemblo; confío mientras lloro. “Villete” (1853).

Y así es adviento, un tiempo de esperas que muchas veces nombraremos como renuncias y otras como apuestas. Unas veces serán fiestas y otras, resistencias. Unas veces serán preguntas y otras, verdades. Y ojalá, siempre sean alegría también de noche, pobreza liberadora y pesebre desnudo, despojado e interpelante.

A fin de cuentas, todos, en medio de algunos días grises y otros no tanto, esperamos algo: una llamada, un encuentro, un perdón, una respuesta, un camino, una salida, un abrazo, un ven, una salvación.

¿Dónde está adviento allí? En el propio anhelo, en la búsqueda, en las consecuencias de la soledad elegida, en las renuncias que nos pesan todavía, en las respuestas que seguimos esquivando. ⁣Al fin de cuentas, adviento es escuela: Siempre soñar despiertos, acoger la apuesta libre y valiente, acoger el invierno que llega tras el silencio y el fallo, siempre buscar amaneceres.

El adviento está en la espera misma que nos indica que la vida también se puede construir así: esperando. Aunque eso cueste silencios, preguntas incomodas, lecturas internas, confrontaciones sinceras, duelos abiertos, heridas desnudas y el grito de auxilio.

Allí está la tensión de este tiempo. Esperamos, por supuesto, tenemos anhelo de algo más. Y, al mismo tiempo, miramos nuestra biografía, plagada de memorias, historias, aciertos, rupturas y tormentas. Esperamos y anhelamos algo más. Esperamos y anhelamos que lo que ya tenemos encuentre su forma de estar, ser, colocarse, cantar y bailar con nuestro propio nombre. ⁣

Tal vez por eso Erich Seligmann Fromm dice que la esperanza es una paradoja:

La esperanza es paradójica. Tener esperanza significa estar listo en todo momento para lo que todavía no nace, pero sin llegar a desesperarse si el nacimiento no ocurre en el lapso de nuestra vida.

Y ¿Qué nos queda ante estas tensión y paradoja? La paciencia. Adviento es recorrer con paciencia la memoria y la biografía que somos, la esperanza y la imaginación que seremos. ⁣

Recorrer con paciencia las preguntas nuevas que aparecen, los rostros que se despiden, los nombres que se acercan más, las tormentas de nuestro pecho, los atardeceres en nuestras manos, las oraciones en calma y los gritos silenciosos que terminan con un amén. ⁣

Me gustaría decir una cosa más.

A veces, las alegrías nos pillan en un momento de ruptura.

Tal vez sea la magia de la espera, la esperanza levantando la mano para quienes, bajo la lluvia, no saben cómo desempañar la vida.

Tal vez sea la misma vida, retomando sus fuerzas tras la herida, tras la ausencia, tras la noche.

Tal vez sea la libertad, que hace brotar cuándo quiere, que ilumina el pecho de quien lucha con sus propios infiernos.

Tal vez sea la paciencia, conquistando la respiración de quien está a punto de rendirse.

Tal vez sea la felicidad, huyendo de los esloganes del momento o del postureo que puede haber detrás de una foto.

Tal vez,

Tal vez,

Tal vez sea adviento,

recordando el camino de paso lento,

abrazando las asignaturas pendientes,

compartiendo incertidumbres y miedos,

sacando a la luz los silencios inertes,

liberando de las máscaras que eclipsan,

apuntando a Belén,

abriéndonos a la intemperie,

nombrando las estrellas,

rompiendo la noche,

gritando un “ven”,

esperando un “voy”.

📍Y tu biografía de adviento ¿Cómo va? Me gustaría leerte 👇🏽⁣

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Marco Enrique Salas Laure
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Written by Marco Enrique Salas Laure

Poeta y teólogo | 📚Magister en Creación Literaria | Con Jesús, el de Nazaret, del lado plenamente humano

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