Adviento: Espera y fragilidad.

Marco Enrique Salas Laure
4 min readDec 12, 2019

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Photo by Noah Silliman on Unsplash

1. Sentir.

Todo adviento es una tensión entre dos lugares, dos voces, dos nombres. Una voz que dice con esperanza: Ven. Otra que, aunque muchas veces no sea escuchada, dice: Voy. Todo adviento es un camino hecho a pulso. Como aquel que escribe una carta por primera vez y lo hace despacio para no equivocarse. Cómo aquella madre que por primera vez dará de comer a su hijo y lo hace con paciencia porque quiere hacerlo bien. Como aquel abuelo que aprende a decir te amo y lo dice con el corazón a pulso lento. ¡Sí! El adviento tiene su propio ritmo, su propia historia, su propia manera de caminar y ser. El adviento tiene sus propias heridas, movimientos, desencuentros y aciertos. Un ven y un voy, que tomados de la mano generan historias de salvación.

El adviento se hace a pulso por la espera. Ella nos afronta, nos confronta, nos pregunta y nos apela. Quien espera o sabe amar, o está aprendiendo a amar. Porque esperar es un arte, arte que se aprende, se concreta, se experimenta, se hace parte de uno. La espera pone aprueba nuestras más profundas fragilidades. Ellas, envueltas en nombres distintos: ansiedad, desesperanza, rabia, ruido, eficacia, impaciencia. La espera, el adviento mismo, nos indica que el paso de la vida también se puede hacer de espera paciente y eso, cuesta silencios, preguntas incomodas, lecturas internas, confrontaciones sinceras, duelos abiertos, heridas desnudas y el grito de auxilio.

Porque sí, la espera es la respuesta a una pregunta, a una búsqueda, a un sentido. Todo el presente puesto sobre la mesa no siempre es horizonte y camino. Todo el pasado puesto sobre la mesa no siempre es memoria agradecida y tierra de sueños cumplidos. Allí, aparece siempre el ocaso del sol, el silencio de una caminata, la frase un libro que nos grita “hay algo más”. Y, con los miedos a flor de piel, con las heridas a las que hemos aprendido a ponerles nombres, con la indecisión del corazón, con su latido, dice: Ven, por favor, ven.

Por eso, no esta moda esperar. No esta de moda decir: aquí estaré cuando vuelvas. No esta en alza la idea de quedarse en vela. El arte de aquella madre que espera hasta que su hija regrese de estar en noche de cine para poder acostarse. El arte de aquel padre que espera en el estacionamiento de noche para regresar a casa junto a su hijo y cenar. Ese arte que es una tensión de amor a lo que se espera, de ese arte nos habla el adviento. La sorpresa, la creatividad, la novedad en la vida no significan estar dormidos, caminando sin rumbo a ver qué viento sopla y nos dice donde ir. La sorpresa llega para quién ha entrenado su corazón, para quien la espera, para quien ha dispuesto todo de sí para que cuando toque la puerta, abrir. Esperar, en últimas, es acoger lo que se espera sin sospecha, sin cubrir las marcas de la vida, sin mostrar buena cara porque sí, sin esconder el dolor que causo la distancia, sin apagar las lágrimas que dicen de otra manera bienvenido. Esperar es acoger con la vida a cuestas, con la sonrisa desprevenida, con la pobreza de no tener más que esto, con la confianza de que bastará tan solo con conocer cómo nos mira quién llega y todo, será de una nueva manera.

Sí, porque decir Ven y escuchar Voy, es apenas la primera escena de adviento.

2. Pensar.

¿Qué pasa si a eso que le grito ven llega y yo no le abro la puerta? Permanente tentación. Desear, anhelar, buscar y no saber esperar. O, esperar sin alegría, sin gozo, sin ímpetu; y llegando el eco de mi grito, tener los oídos puestos en otro lugar, la puerta cerrada. No toda la espera se gesta improvisando. No toda la espera se gesta sentado. No toda la espera se gesta mirando el reloj. La espera tiene mucho de preparar, de dimensionar la alegría, de soñar con el encuentro, de inventarse diez mil maneras de recibir con gozo eso que se espera. Un día, un día tocará la puerta el eco del grito. Un día, un día tocará la puerta esa voz (¡Voy!). Ese día, el adviento dejará de ser espera y se hará encuentro.

3. Actuar.

La espera significa fidelidad y confianza serena. ¿A qué debo serle fiel? ¿A una amistad? ¿A una tarea? ¿A un sueño? ¿A un amor? ¿En qué debo confiar más? ¿En mí? ¿En mis cercanos? ¿En mis compañeros? ¿Qué disposición encuentro en mi corazón cuando pienso en esperar? ¿Ansiedad? ¿Cansancio? ¿Fatiga? No olvidemos que “la confianza es el riesgo sin vértigo, la acogida sin sospecha, el amor sin fondos reservados”

4. Yo. Otro. Nosotros.

Abre la puerta, no digas nada,

deja que entre el sol.

Deja de lado los contratiempos,

tanta fatalidad

porque creo en ti cada mañana

aunque a veces tú no creas nada.

Abre tus alas al pensamiento

y déjate llevar;

vive y disfruta cada momento

con toda intensidad

porque creo en ti cada mañana

aunque a veces tú no creas nada.

Sentir que aún queda tiempo

para intentarlo, para cambiar tu destino.

Y tú, que vives tan ajeno,

nunca ves más allá

de un duro y largo invierno.

Abre tus ojos a otras miradas

anchas como la mar.

Rompe silencios y barricadas,

cambia la realidad

porque creo en ti cada mañana

aunque a veces tú no creas nada.

Sentir que aún queda tiempo

para intentarlo, para cambiar tu destino…

Abre la puerta, no digas nada. (Luz Casal)

[Ven, por favor, ven. Amén]

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Marco Enrique Salas Laure
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Written by Marco Enrique Salas Laure

Poeta y teólogo | 📚Magister en Creación Literaria | Con Jesús, el de Nazaret, del lado plenamente humano

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