Redescubrir la vida del espíritu: el caso Jesús de Nazaret.

Marco Enrique Salas Laure
24 min readJul 21, 2020

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1. Redescubrir la vida del espíritu.

Es fascinante leer la carta póstuma de 1943 que Antoine de Saint Expéry escribió y que se publico en 1956. Esta carta lleva el título “Carta al General X” y en ella Antoine, autor de El Principito, expresa: “No hay más que un problema, solamente uno: redescubrir que existe una vida del espíritu que es todavía más alta que la vida de la inteligencia, y que es la única que puede satisfacer al ser humano”.[2]

Con esta profundidad, Antoine, se estaba adelantando a las comprensiones más actuales sobre el ser humano y sus dimensiones. Hoy, es indudable pensar al ser humano no solo como poseedor de una exterioridad, entendida como expresión corporal, ni tampoco solo como interioridad, entendida como el universo psíquico interior. Actualmente, debemos hablar sobre la profundidad del ser humano, es decir, su dimensión espiritual. Se hace necesario redescubrir la vida del espíritu y comprender cómo afecta esta vida al complejo entramado que es el ser humano. Para profundizar, quisiera proponer las comprensiones de diferentes autores sobre la dimensión espiritual en el ser humano.

Howard Gardner definía la dimensión espiritual[3] del ser humano en estos términos: “La capacidad de situarse a sí mismo con respecto al cosmos, como la capacidad de situarse a sí mismo con respecto a los rasgos existenciales de la condición humana como el significado de la vida, el significado de la muerte y el destino final del mundo físico y psicológico en profundas experiencias como el amor a otra persona o la inmersión en un trabajo de arte”.

Dahar Zohar e Ian Marshall[4] la dimensión espiritual en el ser humano capacita para “afrontar y trascender el sufrimiento y el dolor, y para crear valores; da habilidades para encontrar el significado y el sentido de nuestros actos”. En este sentido, quienes exploran y cultivan su dimensión espiritual “tienen la capacidad de ser abiertas ante la diversidad, se preguntan frecuentemente sobre el porqué y el para qué de las cosas, buscan respuestas fundamentales y son capaces de afrontar con valor las adversidades de la vida”[5].

Robert Emmons aborda la dimensión espiritual en estos términos: “aquella capacidad que abarca la trascendencia del hombre, el sentido de lo sagrado y los comportamientos virtuosos […]El uso adaptativo que hacemos de la información espiritual para facilitar la vida de todos los días, resolver problemas cotidianos y conseguir la realización de nuestros propósitos. […] Da poder para trascender el mundo físico y cotidiano, y para tener una percepción más elevada de uno mismo así como del mundo circundante. Faculta para entrar en estados iluminados de conciencia, para significar la actividad y los acontecimientos con un sentido de lo sagrado. Capacita para utilizar recursos espirituales que permitan solucionar problemas de la vida y comportarnos de un modo virtuoso y asumir las responsabilidades de la vida”[6].

Kathleen Noble afirma que la dimensión espiritual es como “un poder innato del ser humano, pero que, como ocurre con todo lo que es innato, exige un desarrollo y una ejercitación para que pueda florecer y desarrollarse en su plenitud. La sensibilidad espiritual, o espiritualidad, es, esencialmente, una transformación de la persona y ésta exige una labor sobre uno mismo, un trabajo sobre el propio yo. Genera una calidad de ser que es el punto de partida del saber espiritual. […] Nos hace más abiertos y permeables, capaces de conectar con el fondo de los otros”[7].

Dicho esto, podemos afirmar que el ser humano es capaz de vida espiritual. Esta vida le permite vivir unas experiencias particulares, le moviliza a realizar preguntas y le capacita para mirar con mayor profundidad, hondura e intensidad la realidad, el mundo, etc. En este sentido, cuando Pablo d’Ors habla sobre ¿qué significa vivir espiritualmente? Afirma:

“Simple y llanamente, estar vivo. Contra lo que suele pensarse sobre las personas espirituales — que están en las nubes y viven fuera de este mundo — , un hombre o una mujer espiritual es precisamente aquel o aquella que vive plenamente inmerso en lo real”[8].

Por eso, la vida espiritual no es una vida paralela a la vida corporal. Ambas se entretejen íntimamente. Más aún, como hemos dicho, quién cultiva y ejercita esta vida del espíritu vive de manera más intensa y penetrante cada encuentro, cada sensación, cada relación, cada contacto. Todo esto sugiere que aquel que peregrina y explora su dimensión espiritual no necesariamente se escapa del mundo, del ruido mundano y camina en la ascesis y el olvido de la carne. Al contrario, contempla todo desde su hondura. Por cierto, el monje francés Henri Le Saux afirmaba:

“Ha llegado la hora de los contemplativos. ¡Pero como estar vivos en presencia del mundo, desde lo hondo del silencio! No es una fuga de la realidad, sino un penetrar en el corazón de las cosas”.

En este sentido, la dimensión espiritual no nos opone contra el mundo, interior o exterior, sino que nos pone enfrente de él para que libremente tomemos una postura y un comportamiento. Dicha postura y comportamiento es una respuesta al mundo que tenemos en frente y que se realiza en cada instante. Por eso, el ser humano anhela comprenderse y comprender al mundo y, en medio de esa experiencia, vivir plenamente. En consecuencia, quien ejercita y explora su dimensión espiritual “vive todas sus relaciones, sensaciones, conocimientos y experiencias desde lo espiritual. Engloba la totalidad de la vida humana”[9]. A propósito de esto, el teólogo Hans Urs von Balthasar entiende la espiritualidad como “la actitud práctica o existencial fundamental de una persona, consecuencia y expresión de su manera de entender la vida religiosa o, más generalmente, la vida éticamente comprometida. Es la tónica, por así decirlo, de su actividad y estado habitual en virtud de sus concepciones y opciones últimas”[10]

Por otra parte, me parece importante recalcar que la dimensión espiritual es universal, es decir, a la condición humana le es propia la dimensión espiritual. Sin importar si en unos u otros esta dimensión es más o menos explorada, todo ser humano la posee. Incluso, “toda persona tiene en su interior la capacidad de anhelar la integración de su ser con una realidad más amplia que la suya y, a la par, dispone de la capacidad para hallar un camino para tal integración”[11]. Por eso, podemos decir que lo propio de la dimensión espiritual es la salida de sí para ahondar en lo profundo de las cosas. Dicho esto, la espiritual no sería otra cosa que “toda actitud y actividad que favorece la relación, la vida, la comunión, la subjetividad y la trascendencia rumbo a horizontes cada vez más abiertos. Al final, espiritualidad no es pensar en Dios sino sentir a Dios como el Vínculo que pasa a través de todos los seres, interconectándolos y constituyéndonos, a nosotros y al cosmos”[12]. En este sentido, creo que es necesario recuperar la vida del espíritu como apertura, entrega, donación y libertad. Como búsqueda de desplegar lo mejor de uno en lo que sentimos, pensamos y hacemos.

Finalmente, en contra posición al materialismo que reduce al ser humano a puro cuerpo, hoy podemos afirmar que la materia es un componente de la realidad, pero no es toda la realidad. Por tanto, el ser humano no solo se despliega y desenvuelve en el esquema tridimensional típico: dimensión corporal, psíquica y social. Sino que también, debemos hablar de la dimensión espiritual que responde a la necesidad de sentido, de reconciliación con uno mismo y con la propia vida, la de reconocimiento de la propia identidad como persona, la de orden, la de verdad, la de libertad, la de arraigo, la de orar, la simbólico-ritual y la de soledad y silencio[13].

2. Redescubrir la vida del espíritu en Jesús de Nazaret.

Redescubrir la vida del espíritu nos lleva a pensar en él como “aquel «momento» de la conciencia por el que cada uno se capta a sí mismo como parte de un todo y se pregunta por el sentido de la vida y de su lugar en el conjunto de los seres”[14].

Dicho esto, para la tradición cristiana, el ser humano capaz de responder esa pregunta por el sentido de la vida y el lugar en el mundo, de manera profunda y clara fue Jesús de Nazaret. Para los cristianos Jesús es el modelo para vivir plenamente, feliz y con un sentido de vida que trasciende el propio egoísmo. Por eso, en este punto, quisiera proponer tres claves para comprender la manera en la que Jesús responde a las preguntas que la dimensión espiritual propone. Además, descubrir cómo este ser humano manifiesta su espiritualidad y se posiciona frente al mundo que le interpela y pregunta. Justo estos tres elementos: pregunta por el sentido de la vida, lugar frente al conjunto de los seres y postura frente al mundo son, a mi parecer, los elementos esenciales de la dimensión espiritual.

A. La entrada en el mundo religioso de su época. (Mc 1, 21–22).

Uno de los puntos fundamentales de la experiencia de Jesús fue la forma tan particular como afrontó al mundo religioso que existía en su época. El evangelio según Marcos nos relata que en el inicio de su camino misionero Jesús entró a la sinagoga de Cafarnaún. El texto nos dice: “Llegaron a Cafarnaún y el sábado siguiente entró en la sinagoga a enseñar. La gente se asombraba de su enseñanza porque lo hacía con autoridad, no como los letrados”. Al final del relato, una vez ha sanado a un hombre, la gente vuelve a asombrarse: “Todos se llenaron de estupor y se preguntaban: — ¿Qué significa esto? ¡Una enseñanza nueva, con autoridad!” (v. 27).

Este texto me parece paradigmático en la experiencia cristiana y nos da una pista clave para comprender la dimensión espiritual de Jesús y cómo la expresa. En este texto, Jesús se enfrenta por primera vez al mundo religioso de su época. Según el evangelio de Marcos este es el primer contacto de este hombre con la habitual religiosidad de sus compatriotas. Por eso, es realmente impactante que quienes están en la sinagoga se sorprendan de la manera en que este enseña. Ahora, nos podemos preguntar ¿qué significa que Jesús enseñe con autoridad? El griego que Marcos utiliza para la palabra autoridad es “ἐξουσίαν” (exousian) que puede traducirse literalmente por enseñar “desde el propio ser”. Esto, me lleva a pensar que Jesús enseña desde lo más profundo de su ser, se da a sí mismo, se dona, se entrega. Él va a la sinagoga y enseña con libertad, autonomía y su enseñanza tiene por fundamento, no la Ley como los escribas y fariseos, sino su encuentro personal con Dios. Por eso, no se refiere a dogmas y doctrinas prefabricas ni realiza una interpretación de las leyes existentes o de las tradiciones. En este sentido, Jesús vive en su humanidad una síntesis entre el mundo interno y externo. No enseña algo puramente externo ni tampoco se encierra en sí mismo para esconderse del mundo. Además, podemos decir que la autoridad que asombra a los congregados esa mañana en la sinagoga es la autoridad de quien es coherente entre lo que hace y enseña, entre lo que predica y vive. A diferencia de los fariseos que “dicen pero no hacen” (Mt 23, 3). Este ser humano enseña con autoridad porque no propone más cargas ni preceptos para cumplir y acceder al Dios de Israel. Al contrario, invita a los cansados de la ley y del cumplimiento a que carguen su yugo que es “suave y su carga ligera” (Mt 11, 30).

De esta forma, Jesús esta haciendo una crítica muy clara ante aquellos que ejercitan y exploran su dimensión espiritual única y exclusivamente para encerrarse en sí mismos y olvidar el encuentro con el otro y la otra. Estos fariseos y escribas buscaban solo el privilegio y realizaban actos religiosos “para ser vistos por los hombres” (Mt 23, 5). Sin embargo, el hombre de Nazaret les propone a sus amigos y amigas a que “si alguno quiere ser el primero, que se haga el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9, 35). En este sentido el teólogo jesuita, Joseph Moingt afirma: “El camino que lleva a Dios ya no es el que va de la tierra al cielo pasando por el templo: es el camino que Jesús ha tomado para ir a los vencidos de la historia”. Así Jesús expresa y responde a la pregunta por el sentido de la vida y su posición frente al mundo religioso de su época. Él se siente llamado a anunciar “la Buena Noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor. Lo cerró, se lo entregó al empleado y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Él empezó diciéndoles: — Hoy, en presencia vuestra, se ha cumplido este pasaje de la Escritura” (Lc 4, 16–21). Este es el sentido de su vida: anunciar la Buena Noticia a los desfavorecidos. Así se posiciona frente al mundo religioso de su época que le interpela: salir de sí mismo para servir a todos por encima de la Ley. Y en últimas, encuentra su lugar como: un Maestro con coherencia entre lo predica y vive.

B. La enseñanza nueva de Jesús.

El filósofo y teólogo Francesc Torralba afirma que “la vida espiritual no es patrimonio de las personas religiosas. Todo ser humano, por el mero hecho de serlo, es capaz de vida espiritual, de cultivarla dentro y fuera del marco de las religiones. En virtud de su inteligencia espiritual, necesita dar un sentido a su existencia y al mundo en el que vive, experimenta su existencia como problemática y necesita pensar qué tiene que hacer con ella”[15].

Esto me parece muy importante para comprender cómo Jesús cultiva y expresa su espiritualidad. Este hombre de Nazaret no pertenece a ninguna familia importante que tuviera alguna tarea específica en torno a la religión del Templo ni al servicio a Dios en el Templo de Jerusalén. De hecho, cuando algunos se han encontrado con este Mesías distinto salen a buscar a otros para contarles. Este es el caso de Felipe y Natanael. Cuando Felipe cuenta que ha visto al que describe Moisés, la respuesta de Natanael es: “¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?” (Jn 1, 46). Con esto queda en evidencia que Jesús no corresponde con ninguno de los modelos religiosos de su época. No es ni sacerdote, ni fariseo, ni maestro de la ley, demostrando así que a quienes han intentado encerrar a Dios en algunos preceptos y, además, concentrar la posibilidad de encuentro y comunicación con Dios en cierto tipo de personas religiosas “se han llevado la llave de la ciencia: no entran ellos y a los que quieren entrar se lo han impedido” (Lc 11, 52). Jesús saca la experiencia espiritual de esos componentes y abre la posibilidad de que los “no-religiosos” hagan su propio camino.

Jesús abre el camino a la espiritualidad del Reino de Dios que está “en medio de ustedes y dentro de ustedes” (Lc 17, 21). Esta comprensión que Jesús trae consigo conecta el mundo exterior con el mundo interior. No los pone en disputa. Los integra para propiciar un nuevo camino. Por eso, cuando Jesús habla de esta manera del Reino de Dios “nos remite a una experiencia viva más que a una simple doctrina”[16]. De esta manera, derriba el absolutismo de la ley que fue usado por los religiosos para condenar, herir, excluir y maldecir a todo lo que fuera diverso de lo que ellos pensaron y elaboraron. Jesús anuncia que el Reino de Dios es el banquete donde todos, distintos unos de otros, son bienvenidos (cf. Lc 14,15–24). Además, no solo lo anuncia si no que lo vive de tal manera que sus compatriotas lo conocen como el “comilón y bebedor, amigo de recaudadores y pecadores” (Mt 11, 19). De esta manera, Jesús elabora una enseñanza nueva, diversa, inclusiva y en directa contraposición con la enseñanza de los religiosos de su época. Él pone por encima de la Ley al ser humano frágil y necesitado, y sintetiza los mandamientos en uno solo: el mandamiento del amor. (cf. Jn 15, 12).

C. Los signos de misericordia y libertad.

El biblista Enzo Bianchi, cuando habla de la misericordia en las expresiones y gestos de Jesús, afirma: “Sí, la misericordia de Jesús, la que él practicó y predicó es exagerada y escandaliza. Estamos más dispuestos a los actos de culto, a la liturgia que a la misericordia (cf. Os 6,6; Mt 9,13; 12,7). Como escribió justamente Albert Camus en La Caída: “En la historia de la humanidad hubo un momento en que se habló de perdón y misericordia, pero duró muy poco tiempo, más o menos dos o tres años, y la historia terminó mal”. Justamente esto es lo que más escandaliza a los compatriotas de Jesús. No solo comparte una nueva enseñanza lejos de los limites templo-céntricos y lejos de la interpretación de los religiosos de su época. Él no se limita a proclamar un mensaje, sino que acompaña y sostiene su enseñanza con signos claros de misericordia y liberación. Incluso, le pide a sus compañeros y compañeras que sean “misericordiosos como Dios es misericordioso” (Lc 6, 36). Dejando claro que lo que santifica al hombre o, dicho de otro modo, lo que nos hace plenamente humanos son nuestras expresiones de compasión y misericordia con los demás.

Por otro lado, estos gestos de misericordia que Jesús tuvo con los otros miembros o no de la comunidad, expresan algo muy profundo de la dimensión espiritual de Jesús, a saber, la libertad. En este sentido, “el amor misericordioso de Jesús por sus discípulos se traduce en un profundo respeto a su libertad. No busca imponer, no fuerza los distintos ritmos, no impone, confía siempre y sabe esperar pacientemente. Jesús es realista y parte de lo que cada uno es iniciando un paciente proceso de crecimiento y de comunión y ejerciendo una autoridad que se traduce en un servicio sin imposiciones ni privilegios”[17].

Jesús entreteje su experiencia particular e invita a otros a vivir la propia. Él intuye que cada ser humano responde a la invitación para desplegar, ejercitar y cultivar su dimensión espiritual desde su propia libertad e historia. Por eso, todos son bienvenidos a la nueva liturgia en forma de banquete y repartición de pan. En esto se distancia de los fariseos y legalistas que habían convertido su mesa en un ritual de pureza, exclusión social y religiosa. En cambio, la mesa de Jesús y sus amigos es lugar de misericordia e inclusión.

3. Redescubrir la vida del espíritu desde Jesús de Nazaret.

La voz profética de Dietrich Bonhoeffer nos puede ayudar a integrar en nuestra vida y espacios cotidianos la vida del espíritu que Jesús compartió. Bonhoeffer afirma:

“Ser cristiano no significa ser religioso de una cierta manera, convertirse en una clase determinada de hombre por un método determinado (un pecador, un penitente o un santo), sino que significa ser hombre, no un tipo de hombre, sino el hombre que Cristo crea en nosotros. No es el acto religioso el que hace que el cristiano lo sea, sino su participación en el sufrimiento de Dios en la vida del mundo. Esta es la “metanoia”, no pensar ante todo en las propias necesidades, problemas, pecados, angustias, sino dejarse arrastrar al camino de Jesucristo”[18]

Bonhoeffer sugiere que lo propio del cristiano es ser el ser humano que Jesús crea en nosotros. Ser plenamente humanos integrando los aspectos fundamentales de la vida de Jesús a mi propia existencia. En este sentido, del conocimiento de cómo Jesús despliega su dimensión espiritual, nace un camino pedagógico que sirve para cristianos y no cristianos. Si lo propio de la dimensión espiritual es salir de sí mismo, nos podemos preguntar: ¿cómo Jesús de Nazaret sale de sí mismo? Los presupuestos antes mencionados nos ayudan a entrever que el hombre de Nazaret: A. Pone en el centro a la persona indistintamente de su condición; B. Su enseñanza procura la libertad de su interlocutor; C. Sintetiza su experiencia espiritual en el amor; D. Integra el mundo interior y exterior en una espiritualidad y praxis concreta.

A. La persona en el centro.

Jesús nos invita a cultivar y desplegar nuestra vida espiritual teniendo en cuenta al ser humano sin importar su condición. La apertura al otro para que me interpele y me haga crecer es parte de lo que Jesús vive en su propio camino de búsqueda. Él ante el mínimo signo de vida en las personas con las que se encuentra en el camino, se sorprende y alegra. Curiosamente, en casi todas estas expresiones de efusión su interlocutor no pertenece a la comunidad ni es judío[19]. Por ejemplo, cuando se encuentra con el centurión romano expresa: “Una fe semejante no la he encontrado ni en Israel” (Lc 7, 9). Este Jesús se deja conmover y construir por las experiencias de otros, aunque no crean como él. En este sentido, Edith Stein afirma que “entrar espiritualmente en otra cosa quiere decir a la vez recibirla dentro de sí. Recibir dentro de sí algo distinto y crecer espiritualmente gracias a ello, poder experimentar un incremento de ser, todas estas posibilidades pertenecen a la esencia del espíritu”[20]. Esta actitud de Jesús invita a los cristianos y no cristianos a preguntarnos si nos dejamos interpelar y construir por los otros y otras, sean o no de nuestro grupo ideológico. Una invitación a que, en la vida cotidiana, en cualquier actividad que realicemos, la apertura al otro sea completa, sincera y amorosa. El obispo de Roma hizo una invitación a la Iglesia que creo debemos retomar y no olvidar. En la Evangelii Gaudium, el papa Francisco afirma: “La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos — sacerdotes, religiosos y laicos — en este «arte del acompañamiento», para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5). Tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana”[21]. De este modo, debemos preguntarnos: ¿el otro es para nosotros “tierra sagrada” que miramos con respecto y compasión? ¿Buscamos su libertad, sanación y aliento en la vida, al estilo de Jesús?

B. Una enseñanza en busca de libertad.

Jesús le expresa a sus amigos que cuando conozcan la verdad, esa verdad los hará libres (cf. Jn 8, 32). El fruto de su enseñanza nos es la esclavitud de los suyos bajo supuestos religiosos de cumplimiento. Al contrario, busca la libertad de los que comparten el camino con él. Como muy bien afirmaba Simone Weil, una de las necesidades de la vida espiritual del ser humano es la libertad. Pues, Jesús apuesta en su enseñanza por ella. Responde con su propuesta a la búsqueda espiritual por la libertad. Él mismo, como hemos dicho, se posiciona frente al mundo religioso de su época como un hombre libre de la ley[22].

El modelo que nos regala Jesús es ser respuesta a las búsquedas de libertad de quienes comparten la vida cotidiana con nosotros. Lo que anunciamos, compartimos o enseñamos debería ayudar al proceso de vida humana en plenitud. Colaborando con la búsqueda de sentido de la vida, la posibilidad de optar y de ser agente activo de la propia historia. Jesús nunca impone su camino siempre sugiere e invita a “venir y ver” (cf. Jn 1, 38–39). Nunca va en contra de la libertad del otro de escoger su manera de desplegar la dimisión espiritual (cf. Mt 19, 16–22). Incluso, Jesús busca generar espacios donde se haga posible la elección en libertad (cf. Jn 8, 11). Finalmente, no podemos olvidar que la verdad no se impone, sino que se propone. Ojalá, en nuestra vida cotidiana nuestra dimensión espiritual se despliegue en libertad y procure la libertad de los demás sin coacción, condicionamientos, conductismos explícitos o implícitos.

C. El mandamiento esencial: el amor.

Jesús retoma con toda la hondura el mandamiento del amor al otro. El texto de Levítico 19, 18 reza así: “No serás vengativo ni guardarás rencor con tu propia gente. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”. A simple vista el mandamiento sugiere que el amor está circunscrito a la “propia gente” y a la hondura con la que “uno se ame”. Sin embargo, el termino hebreo “כָּמ֑וֹךָ” (kā-mō-w-ḵā) nos sugiere otra interpretación: “Amarás a tu prójimo como has sido amado por Dios”, la misma misericordia con la que nos sentimos mirados y amados por Dios. Esta interpretación Jesús la retoma y la profundiza. Para él, el amor, la amistad, la ternura, la misericordia son la base fundamental de su manera de relacionarse con los otros. Además, sugería esta misma manera a sus discípulos. No solo amen a los que piensan como ustedes. No solo amen a los que forman parte de su grupo social, étnico, religioso o político. No solo amen a quienes los aman. Él invita a sus amigos a ir más allá: perdonen siempre, amen a sus enemigos, reciban en la mesa a los que no forman parte de este grupo, no impidan que otros anuncien la buena noticia del Reino, aunque no sean de este grupo (Cf. Mt 18, 21–35; Mt 5, 43–48; Lc 6, 27–36; Mt 9, 11; Mc 2, 16; Lc 9, 50; Mc 9, 38).

D. Espiritualidad sin aislamiento. Vida en el mundo con espíritu.

Jesús divide su tiempo entre el anuncio y la misión, y el encuentro íntimo con los suyos y la oración. Esta manera de proceder de Jesús sugiere una síntesis entre la acción y el movimiento, el silencio y la pausa. De tal manera que se integran el mundo interior y exterior. Justamente, como hemos dicho, esto es lo que sorprende de Jesús. No es un tipo que vive encerrado en sí mismo ni se expone ante los otros como una persona correcta o cumplidora de la ley. Al contrario, es coherente entre lo que enseña y lo que hace. No separa la palabra y la vida, la palabra y el testimonio. En Jesús es inseparable la práctica de la palabra. A diferencia de los fariseos y maestros de la Ley, Jesús no se posiciona frente a los demás como quien posee la verdad ni mucho menos como quién quiere transmitir o imponer una verdad. Él no comparte un discurso para crear otro discurso. Mas bien propone un paradigma de praxis frente al mundo. Propone una praxis que genera otra praxis. Esta transforma la vida de quien la realiza y de quién se hace interlocutor de tal praxis. Por eso, no duda en compartir su manera solidaria y misericordiosa de comportarse con los otros e introduce a sus amigos al contacto real y vital con el sufrimiento humano. De esta manera, la pedagogía de Jesús nos invita a preguntarnos si en nuestra vida cotidiana hemos sabido unificar el mundo interior con el exterior. Al mismo tiempo, si hemos sabido compartir la experiencia de Jesús como camino de posibilidad para sintetizar ambos mundos.

La propuesta que nos hace Jesús es unificar coherentemente la palabra con la vida y así “dar frutos de caridad para la vida del mundo”[23].

A manera de conclusión.

La propuesta de Jesús brota desde su interior. Él fue capaz de integrar y sintetizar el mundo interior y exterior en una coherencia que llamo la atención de sus compatriotas. Aquí yace la novedad de este maestro puesto que no se fundamenta en la ley sino en la libertad para proponer otro camino, el camino del Reino.

Jesús se presenta como el camino precisamente porque la dimensión espiritual de todo ser humano es un proceso de crecimiento constante. Además, se presenta como la verdad y, como hemos dicho, él anuncia que la verdad hará libre a todo aquel que la conozca (cf. Jn 8, 31–38). Dicho de otro modo, Jesús vive su existencia e historia como aquel que comparte una verdad plenamente liberadora. Responde de esta manera una de las búsquedas y necesidades fundamentales de la dimensión espiritual de todo ser humano. Finalmente, se presenta como la vida porque lo que busca es que aquellos que están cansados, agotados y agobiados por el cumplimiento de una ley, descubran que la espiritualidad vivifica, anima, despierta y da sentido a la vida, más allá de cualquier condición.

Jesús se realiza a plenitud de manera personal el Reino de Dios. Cambia el paradigma para comprender e interpretar la voz de Dios. Jesús se pone entre sus amigos como el que sirve (cf. Lc 22, 27). Además, este servicio no era solamente humanitario, al contrario, era un servicio humano y liberador. Busca encontrar en lo profundo del ser humano la raíz del dolor, miedo, soledad, tristeza y apatía, para luego iniciar un proceso de liberación, compasión y vida. Esta manera de desplegar su dimensión espiritual en servicio de todos lo que le hizo ganar enemigos desde el inicio de su misión (cf. Mc 2, 1–12). Por eso, quienes hoy aceptan explorar y cultivar su dimensión espiritual tras las huellas del carpintero de Nazaret, lo seguirán siempre en este servicio. En este sentido el Cardenal Walter Kasper afirma: “Seguimiento de Jesús significa siempre seguirlo en este servicio. «Quien quiera ser el primero, ha de ser el último de todos y servidor de todos» (Mc 9, 35 par). El servicio, el amor hasta al enemigo, o sea, el ser para otros, es lo que constituye la nueva existencia que Jesús abrió e hizo posible. En tal existencia hay que contar con todo, abandonarlo todo (Mc 10, 28 par), exponiendo hasta la misma vida (Mc 8, 34 s par)”.[24]

Finalmente, la espiritualidad de Jesús tendrá vigencia siempre que los cristianos integran en su dimensión espiritual con creativas los aspectos fundamentales de este maestro distinto. Seguirá vigente si son capaces de ir creciendo en humanidad en el camino de Jesús.

Corren malos tiempos, Dios mío.

Esta noche, por primera vez,

me he quedado despierta en la oscuridad,

con los ojos ardientes,

mientras desfilaban ante mí sin parar imágenes del sufrimiento.

Voy a prometerte una cosa,

Dios mío,

una cosa muy pequeña:

me abstendré de colgar en este día como otros tantos pesos las angustias que me inspira el futuro.

Pero esto requiere cierto entrenamiento…

Voy a ayudarte,

Dios mío,

a no apagarte en mí,

pero no puedo garantizarte nada por adelantado.

Sin embargo,

hay una cosa que se me presenta cada vez con mayor claridad:

no eres tú quien puede ayudarnos,

sino nosotros quienes podemos ayudarte a ti

y, al hacerlo, ayudarnos a nosotros mismos.

Eso es todo lo que podemos salvar en esta época,

y también lo único que cuenta:

un poco de ti en nosotros,

Dios mío.

Quizá también nosotros podamos

sacarte a ti

a la luz en los corazones

devastados de los otros.

Etty Hillesum.

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Bibliografía.

[2] Dar un sentido a la vida, Macondo Libri 2015, 31.

[3] Quienes han profundizado en la vida del espíritu en el ser humano prefieren hablar de la “inteligencia espiritual” agregándola al mapa de las inteligencias Howard Gardner. Para profundizar en tema de las inteligencias: Cf. Gardner, Howard (1998). “A Reply to Perry D. Klein’s ‘Multiplying the problems of intelligence by eight’”. Canadian Journal of Education 23 (1): 96–102. doi:10.2307/1585968. JSTOR 1585790. Scarr, S. (1985). “An authors frame of mind [Review of Frames of mind: The theory of multiple intelligences]”. New Ideas in Psychology 3 (1): 95–100. doi:10.1016/0732–118X(85)90056-X. Triglia, Adrián; Regader, Bertrand; y García-Allen, Jonathan (2018). “¿Qué es la inteligencia? Del CI a las inteligencias múltiples”. EMSE Publishing.

[4] Esta pareja de científicos son los que acuñan el termino “inteligencia espiritual”. Cf. D. Zohar, I. Mashall, Inteligencia Espiritual, Plaza & Janés, Madrid, 2001.

[5] Francesc T. Roselló, Inteligencia espiritual (Plataforma Editorial, 2010), 46.

[6] Ibíd., 47.

[7] Ibíd., 48–49.

[8] Cf. Cristina Á. Puerto et al., Itinerarios Interiores (Fragmentos, 2021).

[9] Roselló, Inteligencia, Espiritual, 60.

[10] Hans U. Balthasar, Spiritus Creator (Encuentro, 2010), 234.

[11] Ibíd., 55.

[12] Leonardo BOFF, “¿Qué es El Espíritu?,” Portal De Los Servicios Koinonía,

https://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=039.

[13] Las necesidades espirituales del ser humano según las intuiciones de Simone Weil. Cf. Simone Weil. Profesión de fe, México D. F., Universidad Autónoma Metropolitana, 1990), 53–57. Simone Weil, Escritos de Londres y últimas cartas (Editoria Trotta, 2000)

[14] Leonardo Boff, “Cuidar Del Espíritu En Tiempos De La Covid-19,” Portal De Los Servicios Koinonía, https://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=990.

[15] Roselló, Inteligencia, Espiritual, 59.

[16] Leonardo Boff, “La Dimensión De Lo Profundo: El Espíritu Y La Espiritualidad,” Portal De Los Servicios Koinonía, https://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=503.

[17] Cf. GUERRERO JM, Jesús como animador de Comunidad de los Doce, Revista VR, 1981, Madrid.

[18] Widerstand und Ergebung, 30.4.1944.

[19] ¡Mujer, qué grande es tu fe! (Mt 15,28); ante el centurión romano, admirado, dice a la gente: Les digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande (Lc 7,9); tampoco oculta su admiración ante la pecadora en casa de Simeón: Te aseguro que si ella da tales muestras de amor es que le han sido perdonados sus muchos pecados (Lc 7, 47), y no le pasa desapercibida la viuda que echa su limosna en el templo: Les aseguro que esa viuda pobre ha echado en las arcas más que todos los demás (Mc 12,43); y en medio de la agonía, da esperanzas al ladrón arrepentido: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc 23,43).

[20] Edith Stein, Obras completas, vol. IV (Burgos: Monte Carmelo, 2003), 682.

[21] EG 169.

[22] Otro ejemplo de esta libertad frente a la ley, la encontramos en Pablo cuando afirma: “Siendo del todo libre, me hice esclavo de todos para ganar a los más posibles. Con los judíos me hice judío para ganar a los judíos; con los sometidos a la ley, como si yo lo estuviera, –aunque no lo estoy– para ganar a los sometidos a la ley. Con los que no tienen ley, como si yo no la tuviera –aunque no rechazo la ley de Dios, pues estoy sometido a la del Mesías–, para ganar a los que no tienen ley. Me hice débil con los débiles para ganar a los débiles. Me hice todo a todos para salvar como sea a algunos. Y todo lo hago por la Buena Noticia, para participar de ella. 1 Cor 9, 19–23.

[23] “La moralità consiste fondamentalemtne nel fatto che mediante gli atti morali categoriali la persona come totalità si attua davanti all’Assoluto.” (Fuchs, Esiste una morale cristiana? 152).

[24] Walter Kasper, Jesús, el Cristo (Salamanca: Sígueme, 1979), 140.

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Marco Enrique Salas Laure
Marco Enrique Salas Laure

Written by Marco Enrique Salas Laure

Poeta y teólogo | 📚Magister en Creación Literaria | Con Jesús, el de Nazaret, del lado plenamente humano

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