La cuaresma de un frágil

Marco Enrique Salas Laure
5 min readApr 15, 2019

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Photo by Joshua Earle on Unsplash

1. El relato de Marcos antes del quiebre.

Todo iba más o menos bien para los discípulos del relato de Marcos. Habían sido llamados (Mc 1, 16–20), el Señor, había ido hasta su cotidianidad, allí donde pescaban, donde trabajan con su familia, donde encontraban sentido y propósito, hasta allá, donde estaban sus preocupaciones profundas, reales y concretas, allá va Jesús a buscarlos para llamarlos.

Primero, lo acompañan estos pares de hermanos (Simón y Andrés. Santiago y Juan), luego Leví y más tarde, otro grupo mayor de gente. Hay un primer tramo de la historia hasta aquí, luego, viene la conformación de los Doce, aquellos que lo habían acompañado para arriba y para abajo por los caminos de Galilea ahora son llamados para estar con él, ya no solo para ir detrás de él (Mc 3, 13–14). Ahora estos discípulos convivirán con Jesús para, una vez aprendido el estilo de vida del maestro, puedan (luego) ir a predicar. Hasta aquí, un segundo tramo de la historia de los discípulos. El tercer tramo, culmina por decirlo de alguna manera, con el envío (Mc 6, 7) a una misión, ir a hacer presente en los caminos de Galilea, la experiencia del Reinado de Dios. Esta misión culmina bien, los discípulos vuelven contentos de lo que han logrado.

Por tanto, uno lee este primer gran bloque del evangelio de Marcos y se siente de alguna manera identificado con los discípulos. Los discípulos son los que van detrás de él, conviven con él y son enviados a propiciar esa misma experiencia en otros espacios y lugares. Hasta aquí los discípulos han caminado un largo trecho con Jesús y, cuando Marcos tiene la atención del lector, justo cuando el lector se va sintiendo un tanto cómodo con la figura de los discípulos (aunque se repita varias veces que no entienden nada), justo en ese momento, cual película de suspenso, un golpe sobre la mesa deja al lector frío, inquieto, allí, el quiebre.

2. El quiebre.

Transitan las dos multiplicaciones de los panes, los discípulos siguen con Jesús. Hasta el momento parece que ya deberían tener una idea más o menos clara sobre quién es Jesús, su ministerio, su forma, su propuesta. Y la pregunta surge para ellos: ¿Quién decís que soy yo? Surgen las múltiples preguntas y conceptos sobre el Maestro desde los diferentes grupos de personas. “Unos dicen que, otros dicen que y estos dicen que”. Hasta allí, la respuesta de Pedro parece está correcta y bien dicha, Jesús, el Maestro es el Mesías. Aparece el pedido del silencio por parte de Jesús. Y hasta allí, la escena se mantiene en un ritmo interesante. Lo que pasa después, unido a esta respuesta de Pedro es el gran momento de esta trama. El momento en que se le revela al espectador que ese al que han seguido hasta ese momento, no es del todo un personaje “ejemplar”.

El personaje colectivo que el lector a venido siguiendo es el grupo de los discípulos. Desde el par de hermanos, la multitud, los Doce. El quiebre que pone Marcos es de una fuerza estremecedora.

Pedro, movido por su forma de ver al Mesías, justo después de identificar al Maestro como tal, se ve en la incriminada más humana.

3. La cuaresma, la entrega de la vida.

Jesús justo después de recibir la respuesta de sus discípulos en nombre de Pedro empieza a anunciar que entregará su vida. No entraremos en la discusión de si sabía o no, lo importante para mi, desde la narrativa de Marcos es lo que provoca ese anuncio en Pedro. Jesús ahora, pone en el horizonte del camino, la cruz, la muerte, pero no como expiación, sino una muerte como entrega de la vida. Un Jesús que ya ha venido haciendo posible la experiencia del Reinado de Dios en la cotidianidad de tantos hombres y mujeres de Galilea. Ya tiene esa sospecha de que las cosas para él y su propuesta provocan tan diversas respuestas, y una de ellas es el rechazo.

Ahora, en esta escena es Pedro que rechaza la cruz. ¿Qué representa la cruz? La entrega de la vida. Allí el dilema, todo el camino que hemos hecho en esta cuaresma ha apuntado a esto, nos hemos preparado para celebrar la Semana Santa, el encuadre narrativo de la entrega de la vida y la Pascua, el encuadre narrativo de la muestra de que la vida, a la manera de Jesús, es plena.

Pedro, que se pone delante del Maestro. También pone delante su fragilidad, sus sombras, sus temores. Deja la posición de discípulo (estar detrás de Jesús) para poner de frente su corazón conmovido por el miedo y la parálisis que provoca cada vez que el reto que se nos pone al frente es ir más allá de un amor predicado. Ahora el horizonte de los discípulos, como el de nosotros durante toda la cuaresma, es el horizonte de la entrega de la vida.

¿Qué debimos preparar en esta cuaresma? Pues, precisamente esto, el corazón, las relaciones, la cotidianidad, la espiritualidad, las tareas para que nos permitan crecer en la capacidad de dar la vida por los otros.

Pedro, es el claro ejemplo de la fragilidad que podemos experimentar en todo el camino que ha cerrado con el domingo de ramos. La fragilidad que quiere detener la entrega de la vida por el miedo de lo que eso implica para uno como discípulo. La fragilidad que se más dramática en lo que celebramos el Domingo de Ramos. Y es que, esos mismos que alaban, son los mismos que luego dirán: “Crucifíquenlo”.

4. La respuesta de Jesús.

La respuesta de Jesús es fascinante. Le dice a Pedro, pero mirando a sus discípulos, “ponte detrás de mi”. Toda la cuaresma hemos caminado detrás del Maestro, viendo como hace presente esa experiencia del Reino de Dios. Y la clave ahora, para cerrarla, con la fragilidad que tenemos, con las esperanzas, es ir detrás de él, aprender de él, ver como su entrega, es la entrega de la vida. Y cómo, esa vida, ese modo de vivir, es resucitado por el Padre/Madre.

Cuaresma el tiempo para preparar todo para entregar la vida.

Pedro, el paradigma de la fragilidad humana que teme entregar la vida por un proyecto, un OTRO, un prójimo, un enemigo, un hermano, un amor.

Nosotros, los lectores atónitos que ahora entendemos que se vale ser frágil en este camino pero que esa fragilidad tiene sentido si vamos detrás de Jesús.

Todos nos abrimos, entonces, a la Semana Santa, para ver que en ella Jesús sigue apostando por dar la vida y porque su experiencia no sea confundida con una revolución de la imposición sino la revolución de la vida puesta al servicio de los otros y eso, eso celebramos el domingo, la vida puesta el servicio de los otros es la vida del Dios del Reino.

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Marco Enrique Salas Laure
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Written by Marco Enrique Salas Laure

Poeta y teólogo | 📚Magister en Creación Literaria | Con Jesús, el de Nazaret, del lado plenamente humano

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