Asuntos provisionales para una Teología

Marco Enrique Salas Laure
4 min readDec 6, 2024

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1. Irene Vallejo escribe: «Desear lo inalcanzable y construir fantasías suelen ser ingredientes del amor». Al leer esa línea en su texto «Alguien habló de nosotros», una recopilación de columnas de la autora, pensé que estos elementos, a su vez, son fundamentales para la teología. Como espacio, discurso, reflexión y palabra, la teología se encuentra tensionada por el deseo, por una especie de sed de aquello inalcanzable e inabarcable y, por tanto, queda herida por esta ausencia. Más aún, intenta cartografiar aquello que se le escapa, dar un nombre a ese misterio — amor — , aunque al final ese nombre no logre contener el misterio o, incluso, este cambie de nombre. En otras palabras, la teología desea lo inalcanzable, construye relatos (fantasías) y elabora una escritura que reconoce la pobreza y el límite de su propio lenguaje. Una teología que ama: desea y construye en el borde, en el límite, en la niebla. Tal vez convenga rezar con los versos de Pere Casaldáliga:

Quizá yo no sería capaz de estos caminos
si no estuviera Dios, como una aurora,
rompiéndome la niebla y el cansancio.

2. Vallejo también escribe: «La soledad y la pausa son el hábitat del pensamiento» y añade: «Pensar es hoy más que nunca un oasis humano en los desiertos de la prisa». Al leer esto, recordé nuevamente los versos de Casaldáliga: Otra vez hecho carne / de locura / acontecía Dios / en mi silencio.

Una teología preñada del acontecer de Dios no puede sino existir en el espacio de la soledad, la pausa, el vacío y el silencio ante el Misterio. Así, el pensar teológico — teologizar — implica la soledad antes de la oratoria y la pausa antes de la gramática. Tal vez por eso, lo propio de la teología no es abarcar u ocupar, sino abrirse y disponerse — ser vacío y silencio — para permitir que Dios acontezca en su darse en medio del mundo.

En el principio están la soledad, la pausa y el silencio. Luego viene un pensar herido por esta experiencia de soledad-pausa-silencio. Una teología así no solo habla de Dios, sino que sacia la sed de quienes claman: Dame de beber.

3. Al abordar los discursos maniqueos, la filóloga — autora, entre otras obras, de El infinito en un junco — afirma: «Ofrecen seguridad al reducir la realidad a dos categorías. Si no perteneces a una, necesariamente estás en la otra: bien o mal, verdad o mentira, civilización o barbarie, éxito o fracaso, conmigo o contra mí». Este último ejemplo, que evoca el evangelio (ver Lucas 9,50: «Quien no está contra nosotros, está con nosotros»), me lleva a reflexionar sobre un aspecto que tanto el evangelio como la teología exploran con profundidad.

La teología, entendida como alocución y exposición — o, en otras palabras, como lenguaje — , es un discurso lleno de matices. La narración de la vida de Jesús destaca precisamente por su atención a estos matices. La propuesta del Maestro de Nazaret busca desmantelar las categorías simplistas que dividen la realidad en santos y pecadores, buenos y malos, salvados y condenados. Una teología honesta, nacida del deseo y el silencio, lee la realidad y sus signos de los tiempos, descubriendo los matices necesarios para superar los monólogos contemporáneos y desnudar nuestras propias hendiduras e incoherencias. Es capaz de afirmar: «Somos esto y también aquello. Somos eso, pero no solo eso». De este modo, construye una teología de los matices.

4. Finalmente, para concluir este breve diálogo con Vallejo y su obra «Alguien habló de nosotros», en relación con la teología como lenguaje, resulta oportuno recordar:

«Al hablar, convertimos nuestro cuerpo en un instrumento musical. Nos comunicamos creando sonoridades en la corriente de aire que sale de los pulmones, atraviesa la laringe, vibra en las cuerdas vocales y adquiere su forma definitiva cuando la lengua acaricia el paladar, los dientes o los labios. Todos estos órganos intervienen a su debido tiempo para moldear nuestras frases».

Así, «lengua» abarca dos significados: tanto el músculo como el idioma, la carne como la palabra, el órgano animal y el medio de comunicación que nos define como humanos.

Desde este lenguaje — que toma aire y moldea frases con nuestro cuerpo — la teología balbucea algo de la divinidad.

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Written by Marco Enrique Salas Laure

Poeta y teólogo | 📚Magister en Creación Literaria | Con Jesús, el de Nazaret, del lado plenamente humano

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